“Los niños
cuentan lo que hacen;
los viejos
dicen lo que hicieron;
pero sólo
los pendejos
anuncian lo
que harán…”
Miguel
Alemán Velasco
Ex
gobernador de Veracruz
(1)
Aciago, es el término que puede definir el panorama
que vive el sur de Veracruz a punto de cumplirse la primera quincena del 2013.
En materia de seguridad, Acayucan ha dado la nota
con el asesinato cruel, lleno de saña y espantoso del doctor Julio de la Cruz;
un galeno que estudió dos años de su carrera en la Escuela de Medicina del
Colegio Militar y concluyó en la Universidad Veracruzana.
Desmembrado; regados sus restos en ranchos,
carreteras y baldíos de Acayucan; incompleto el cuerpo que su familia ha debido
velar y enterrar; el médico de 47 años nos coloca -con su atroz ausencia- ante
la fragilidad de nuestra condición actual: en cierto sentido, todos estamos un
poco muertos.
No se trata de una consideración existencialista,
sino de una realidad lamentable: en menos de dos semanas han sido capturadas
por lo menos tres bandas de secuestradores en el Sur.
La mayor de ellas parte se integran por jóvenes;
hombres y mujeres.
Alguna, con integrantes que pertenecen a clases
sociales pudientes.
Los rostros de muchachos, casi niños, que han
estudiado en colegios privados y religiosos; cuyas familias vienen una
situación económica holgada, han aparecido de pronto en las páginas policiacas.
¿Por qué?
La respuesta se encuentra en el argumento inicial de este texto: opino que el proceso de descomposición social que padecemos abarca múltiples aspectos: desde la crisis económica hasta la pérdida de valores; fracturas y rompimientos en la estructura familiar; la codicia como motor de nuestra vida política, social, económica, personal.
Del doctor Julio de la Cruz, hasta la fecha sólo ha
aparecido un brazo, el tronco de su cuerpo sin cabeza, ni piernas, ni brazos,
ni genitales.
A estas dos piezas se suma un muslo; y los tres
hallazgos han ocurrido en tres lugares distintos, en tres días diferentes.
¿Por qué?
Las autoridades especulan igual que lo hace la
sociedad entera: que si se trata de una venganza pasional; que si es producto
de la actividad profesional de la víctima; etcétera.
La determinación policiaca que pueda arrojar este
hecho no evita la conclusión lógica inmediata: esta historia sólo puede ser
producto de una sociedad enferma; dañada; que padece un cáncer añejo, muy
extendido y profundo.
Insisto: el crimen del doctor de la Cruz nos coloca
ante partes de nuestra estructura social que ya están muertas; que no tienen
solución; que deben ser reemplazadas.
La previsión en materia de seguridad –por citar
sólo una variable- es un ejemplo de esta pudrición.
Secuestrar a alguien, asesinarlo, desmembrarlo y
arrojarlo por partes en un amplio espacio geográfico en el que día con día se
mueven policías municipales, estatales, federales; elementos de la marina, del
ejército; cuerpos de seguridad privados; y por si fuera poco organismos de
seguridad encargados de la vigilancia al paso de migrantes; sólo se puede hacer
con la complicidad de esta misma estructura.
Nunca he pensado que nuestros cuerpos de seguridad
estén formados por pendejos. No es así. Somos una sociedad profundamente
corrupta. Eso es distinto.
Y lo hemos sido siempre; sólo que estamos viviendo
una etapa en que la pus nos brota por todas partes.
Además, esa corrupción no sólo se encuentra en los
organismos públicos. Ha alcanzado ya a todos: a las familias; a las escuelas; a
nuestros jóvenes; a nuestros padres de familia; a nuestros empresarios.
No se explica de otro modo lo que ocurre en
Acayucan y que se padece en casi todo el territorio nacional.
Al hecho en sí mismo, sumemos la falta de
resultados; la ausencia de detenidos; la inexistencia de explicaciones coherentes.
Ello nos coloca a todos en la posición de próximas
víctimas potenciales.
Víctimas -por otra parte- de nosotros mismos y si
tiene dudas al respecto pregunte sobre el tema a los padres de familia de los
muchachos y muchachas detenidos por conformar bandas de secuestradores.
(2)
Por lo que hace a la vida política sureña, en
Coatzacoalcos se vive una situación muy lamentable.
Ocurre en el Cabildo y se hizo pública en
diciembre; se ha extendido a enero y lo peor: no se ve para cuándo se pueda
detener.
Se trata de una pugna interna entre los 15 ediles
que conforman el Ayuntamiento porteño.
El Alcalde, el Síndico y tres Regidores conforman
un bloque. Diez regidores más integran el segundo y ambos se enfrentan cada día
en los medios de comunicación.
Esta historia se ha ventilado públicamente a través
de varios capítulos.
El más notable, en diciembre, fue la ausencia del
“grupo de los diez” en el segundo informe de labores del Alcalde.
Luego, la decena de regidores se trasladó a Xalapa
y presentó sendas acusaciones sobre presuntos malos manejos en las finanzas
municipales, ante la LXII Legislatura; el ORFIS y la Secretaría de Gobierno.
Lo hicieron en el contexto de un señalamiento en
contra suya: el Alcalde los llamó corruptos; chantajistas.
“Quieren un bono y un aguinaldo que suman más de
500 mil pesos para cada uno; a cambio de firmar cuentas pública y acudir al
informe”; dijo.
Los reporteros gozan de noticias de ocho columnas
cada día.
Los columnistas locales y estatales derrochan tinta
en referencia a tirios y troyanos.
Ya ha ocurrido una observación del sector
empresarial porteño: sus representantes han pedido cordura y altura de miras a
los quince ediles. Diriman sus diferencias al interior del Cabildo y no en los
medios de comunicación; pidieron.
Queda claro que las diferencias del Cabildo,
ventiladas como está ocurriendo, dañan la imagen institucional.
No obstante, nadie se ha bajado del ring hasta
ahora.
Lejos de ello, han aparecido sapos, alacranes y
víboras prietas en medio del desaguisado.
El liderazgo del “grupo de los diez” se le atribuye
al regidor sexto: el priista Federico Lagunes Peña.
De triste memoria en su trayectoria pública,
Lagunes Peña enfrenta una acusación grave: lo menos que se dice en tal
señalamiento es que convirtió su oficina edilicia en un motel.
Dicho tema es pecata minuta frente a los intereses
y los señalamientos que se mueven en el pleito político del Ayuntamiento
coatzacoalquense.
El foco rojo se ha encendido en el momento que una
menor de edad acusó al regidor sexto de haberla violado y afirma que se
encuentra embarazada como producto de ese hecho sobre Coatzacoalcos.
Dijo que a Federico Lagunes Peña se le puede
destituir de comprobarse el presunto caso de violación y afirmó que la queja
sobre presuntos malos manejos en las finanzas se atenderá conforme a la Ley;
bla, bla, bla…
(3)
Hay muchos detalles en torno a esta historia.
Conocer el final de sus dos vertientes es de suma
importancia para efectos de diagnosticar en qué nivel se mueve –finalmente- la
situación política del Ayuntamiento porteño en los días que corren.
Es evidente que nuestros ediles están muy por
debajo de la civilidad que de ellos se espera.
Sin embargo, la duda de fondo es el tema de las
finanzas; de las obras; de la legalidad.
Saber qué encuentran el ORFIS y la LXII Legislatura
en la queja de los regidores es un tema fundamental.
Si las cosas están en orden, el “grupo de los diez”
se resbalará en el jabonoso piso del chantaje y caerán de manera inevitable.
El epíteto del Presidente Marcos Theurel los dejará
sellados para siempre: Corruptos.
Si sus observaciones son –de fondo- ciertas y
comprobadas, el Alcalde deberá mucho más que una explicación al pueblo que
gobierna.
Por otra parte, también es de suma trascendencia conocer
la respuesta final de la Procuraduría a la denuncia contra el regidor sexto.
Una vez más: si hay pruebas contra Federico Lagunes
Peña éste deberá ser puesto detrás de las rejas del penal Duport Ostion.
Si es culpable de violación contra una menor de
edad; si esto se comprueba y el edil se arropa en la impunidad, el
Subprocurador de Justicia Jorge Yunis Manzanares y la PGJ toda quedarán
salpicados por el estercolero.
Por el contrario, si no hay pruebas contra Lagunes
Peña y resulta exhonerado, estaremos ante un lamentable empleo de la procuración
de justicia con fines pseudo políticos.
Hay que aguardar por los resultados y mientras tanto
los quince ediles debieran sesionar y atender la agenda ciudadana por la que
cobran su sueldo.
(4)
Finalmente, uno de los últimos capítulos que ha
vivido el encontronazo edilicio de Coatzacoalcos fue protagonizado por el
regidor Edgar Brito.
El joven panista dio a conocer el miércoles pasado su
inclinación a renunciar al Ayuntamiento, luego de haber recibido amenazas de
atentados contra su integridad física.
En la misma situación –de amenazas y disponibilidad
a separarse del cargo- estarían sus compañeros del “grupo de los diez”, dijo.
Brito no ha presentado prueba de las tales
amenazas.
Tampoco ha presentado una denuncia ante la
instancia pertinente que es la Procuraduría General de Justicia.
Nadie de entre sus compañeros del “grupo de los
diez” lo ha secundado hasta ahora.
Esta afirmación, de momento, no luce fondo ni
consecuencia real.
Cuando mucho, el regidor Brito nos recuerda aquella
frase memorable del gobernador Miguel Alemán Velasco; ya citada -por cierto- en
el epígrafe de este Claroscuros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario