CLAROSCUROS
José Luis Ortega Vidal
(1)
Tienes diez años de edad. De pronto, tu orina cambia. Surge espumosa,
con burbujas. Debes levantarte más de una ocasión en la madrugada por los
deseos de miccionar; lo que no ocurría antes.
Más aún: la orina tiene presencia de sangre. Tus piernas se hinchan;
los tobillos tienen la misma problemática al grado de no poderte colocar los
zapatos. También te fatigas aún cuando no hagas ejercicio ni estés realizando
alguna actividad pesada.
Tus padres acuden al médico y el diagnóstico es terrible: en la flor de
la vida, en tu tercera etapa de la niñez, padeces insuficiencia renal.
Habitas en el municipio de Tierra Blanca. Y allí, en la puerta a la
Cuenca del Papaloapan, durante los últimos 13 años se han detectado
estadísticas anormales de enfermos renales.
El sector salud ha investigado una y otra vez y no se encuentra una
explicación clara sobre la causa de este mal.
Las hipótesis vuelan como las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia
en los “Cien Años de Soledad” de Gabriel García Márquez: el excesivo uso de
plaguicidas y fungicidas; el empleo de ácidos en la limpieza de pozos; la
presencia de diabetes; malos hábitos alimenticios; endogamia; etcétera.
De plano, en Tierra Blanca se invirtió en la creación de una Clínica de
Hemodiálisis.
Se disminuyó la cifra de muertos pero no de enfermos.
La falla renal sigue e incluye a niños, jóvenes y adultos; la única
diferencia es que ahora pueden vivir más tiempo con una diálisis apoyándoles.
No hay un dato preciso sobre la cantidad de enfermos de los riñones.
Se habla de cientos, incluso de miles de víctimas. Llegó a darse el
caso de que en una sola comunidad, “Los Mangos”, más de la mitad de la
población –de unas 80 personas- padecía problemas con sus riñones.
A nivel estatal, el sector salud de Veracruz reportó la muerte por
fallas renales de 630 personas por año durante el período 2006-2011.
Hoy, Tierra Blanca sigue en las mismas; de su dramática e histórica
problemática se habla en los medios de información estatales y nacionales, e
incluso allende las fronteras, pero nomás no hay solución.
(2)
En este contexto aparece una nueva alerta: en San Rafael, municipio
ubicado en la zona centro del estado, junto a Martínez de la Torre, en las
faldas de la zona montañosa que vía Misantla conduce a Xalapa o bien te permite
viajar a Perote, o asomarte a las playas de Nautla y dirigirte en dos horas a
Poza Rica; ahí en una región poblada por grandes extensiones de producción
citrícola, se han detectado decenas de enfermos renales.
Se habla de 40, sólo en el sector juvenil.
E igual que en Tierra Blanca, se expone que habría víctimas mortales
debido a la pobreza que impide el tratamiento para poder vivir aunque sea
dializados.
(3)
Ante el escenario de San Rafael el Secretario de Salud, Antonio Nemi
Dib, declara sin rubor que las estadísticas de enfermos renales del lugar no
exceden la media nacional sobre el padecimiento.
¡Que Dios escuche a Antonio Nemi!
¡Que las palabras del señor Secretario de Salud sean estrictamente
apegadas a la verdad y estemos ante una exageración en torno al número de
enfermos de los riñones en un municipio del centro de Veracruz!
Recordemos, empero, que en su momento el cardiólogo Mauro Loyo Varela
-Secretario de Salud en el sexenio de Miguel Alemán- dijo exactamente lo mismo
respecto al caso de Tierra Blanca.
Pero ahí doña muerte, ayudada por doña diálisis y con el respaldo
inequívoco de los señores riñones frágiles, desmintieron al reconocido galeno
Loyo.
No es lo mismo ser un médico notable que ser un funcionario público
honesto y responsable, aprendimos en aquella ocasión.
Destacado cardiólogo, don Mauro Loyo resultó mentiroso y sus falsas
afirmaciones se referían a vidas humanas no a las estadísticas frías que se pueden
observar desde un escritorio.
(4)
El sur de Veracruz padece hoy en día un brote epidémico de dengue: el
clásico y una modalidad mutante del hemorrágico.
Las Choapas y Coatzacoalcos son las poblaciones con el mayor número de
padecimientos.
Como siempre, los datos oficiales son contradictorios: por un lado se
ventila que la incapacidad del sector salud choapense obliga a canalizar a los
enfermos al hospital regional “Valentín Gómez Farías” de Coatzacoalcos y que
las camas de este nosocomio son insuficientes para albergar a los demandantes
vecinos y los locales.
Y frente a esta versión -muy cruda- del alto número de enfermos de
dengue, las autoridades del sector salud y del Ayuntamiento evitan el empleo de
la palabra epidemia, en un afán de precisión lingüística que no puede evitar el
asomo de la preocupación política.
¡Carajo!
Cómo si las vidas de las personas fueran equivalentes a votos
electorales.
Admitir el surgimiento de una epidemia evidencia la ineficiencia de las
autoridades para prevenir esta problemática.
Pero ocultar la realidad a la población impide que ésta enfrente con
prontitud al mal que le aqueja y que en Coatzacoalcos habría cobrado ya una
vida.
(5)
En Tierra Blanca el subsuelo cuenta con la presencia -por encima de lo
aceptable para el ser humano- del metal pesado conocido como el cadmio.
El metal asesino arriba a los afluentes subterráneos y pasa a los ríos
y pozos que surten de agua a la población.
El cadmio es regado con los fungicidas y pesticidas que bañan el campo
cañero de la zona.
Los intereses económicos que rodean este escenario constituyen una
variable muy importante en el estudio de los males renales terrablanquenses.
Lo de San Rafael es tema nuevo y habremos de estar muy atentos a la
información que surja al respecto, para ubicar la realidad de lo que hoy es una
alerta desdeñada por el Secretario Antonio Nemi.
Insisto en rezar al respecto, para que al comunicólogo convertido en
administrador de la salud le asista la razón.
Lo del sur, finalmente es un caso grave de un brote epidémico, porque
el número de afectados por el dengue en Coatzacoalcos y Las Choapas rebasa la
estadística común y ha puesto en peligro a la población en general.
Hay que dejar la lingüística en manos de lingüistas. Llamemos a las
cosas por su nombre sin afanes pseudo políticos: el sur tiene un problema de
salud respecto a la proliferación del mosco aedes aegypti y a la presencia de
una mutación del dengue hemorrágico que
ha sorprendido a todos y está llevando a mucha gente al hospital.
Tomemos las medidas respectivas y obligadas; a menos que morir
devorados por las hormigas como el último de los Buendía, nos resulte buena
opción.