CLAROSCUROS
José Luis Ortega Vidal
(1)
Desde fines de los
años 60s y la década de los 70s el PRI inició su debacle.
En 1982: en medio de
una crisis económica atroz, dentro de un clímax delirante y mégalo-maniaco en
el manejo del poder, José López Portillo apenas y alcanzó a entregar la banda
presidencial a Miguel de la Madrid Hurtado.
Gustavo Díaz Ordaz
con las manos llenas de sangre, Luis Echeverría Alvarez ídem -pero además
arrinconado ante un espejo roto por tanta hipocresía- y José López Portillo
despreciado en México y el mundo, heredaron al último priista electo un país
agonizante en varios aspectos: el financiero y el político entre ellos.
(2)
Gris, pusilánime,
Miguel de la Madrid observó cómo la sociedad civil emergía en medio del drama por
el terremoto de 1985 y luego fue testigo atolondrado de cómo el PRI se partía
en pedazos y perdía las elecciones de 1988.
Desde 24 años atrás los
grupos políticos más poderosos del país: empresarios (nacionales y extranjeros),
representantes del Vaticano, medios de comunicación, cúpulas de partidos de
derecha, del centro y de izquierda, se apoyaron en un aliado clave para
mantener el control de sus prebendas: las fuerzas armadas.
(3)
El triunfo de Cuauhtémoc
Cárdenas en los comicios de 1988 no fue reconocido por los hombres del poder
que hoy en día siguen moviendo los hilos de la política mexicana.
Cerrados los caminos
para una defensa firme de la democracia, el hijo de Lázaro Cárdenas del Río
nomás tuvo una opción: enfrentar a sus seguidores contra el ejército o aceptar
el robo electoral e iniciar la construcción de una democracia inexistente en
México.
Dicha edificación
sería lenta, tortuosa, costosa en términos humanos y económicos y habría de
requerir de ajustes generacionales para poderse concretar.
(4)
En 1988 Carlos
Salinas de Gortari asumió el poder presidencial respaldado por el ejército y
por los grupos de facto en el poder mexicano.
Hijo ideológico de
Harvard, Salinas pudo encaminar al país a un avance económico y democrático sin
precedente, pues a falta de legitimidad democrática contaba con el apoyo
unánime de Tirios y Troyanos.
Unos y otros temían
a un eventual avance de la izquierda mexicana: la histórica, la auténtica, la que
atravesó la Revolución de 1910, respiró durante el cardenismo, se radicalizó en
los 50s, 60s y 70s y encontró en la Reforma Electoral de 1976 la opción para
dejar de ser proscrita.
Sin embargo, Carlos
Salinas enloqueció; la droga del poder lo enajenó; las ideas se le convirtieron
en engrudo y olvidó cómo, por qué y para quiénes había llegado al poder.
La izquierda –a su
vez- se hizo añicos a sí misma.
Un sector de ella se
prostituyó; otro continuó colocado en el radicalismo y una parte le apostó a la
lucha electoral pero ha lucido carente de la inteligencia necesaria para
arribar al poder.
(5)
Algo interesante
surge de esta secuencia de sucesos y personajes históricos: la muerte de Luis
Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, involucra a la mafia
más allá del financiamiento a los hombres del poder político.
El asesinato de
Colosio en Tijuana, convirtió al crimen organizado en operador y por tanto en
protagonista de la lucha política mexicana.
(6)
Ernesto Zedillo sobrevivió
porque supo entender un mensaje inherente a su posición y vigente desde antes que
Vicente Fox lo convirtiera en un clásico.
Durante seis años:
Ernesto Zedilló cenó y luego se fue.
Bajo la misma lógica
entregó el poder al relevo que duraría 12 años en su ejercicio.
Desde el arribo de
Salinas de Gortari a Los Pinos con el respaldo de las armas hasta el 2012, han
transcurrido 24 años sin el PRI en el poder.
Empero, el poder ha
estado en manos de los mismos grupos, de los mismos personajes, de los autores
del arribo de Carlos Salinas a la Presidencia en 1988.
En 24 años no hubo
cambios de fondo.
El mismo guión, sólo
con relevo de actores.
(7)
Con todo, durante
las últimas tres décadas México ha vivido dos historias paralelas:
a) La construcción
de una democracia sumamente difícil, lenta y vapuleada por todas partes. Una
democracia victima de la violencia. Una democracia que aún se zurra en los
calzones; que no crece pero que se niega a morir.
b) Una lucha fratricida
que no para y que -en el corto plazo- no parará; protagonizada por quienes, durante
las últimas décadas, han defendido a muerte el poder que –aseguran- la
Revolución les heredó.
Lucha que también es
encarnizada por aquellos que resultaron incapaces de leer el momento histórico
de 1988: cuando la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas a una lucha violenta apostó por
la construcción de un proceso de pugna inteligente, prudente, eficiente y
sacrificada para acceder al poder.
La defensa del poder
a balazos se confronta con una búsqueda del poder basada en necedades y
ambiciones.
(8)
Tirios y Troyanos continúan
en la magna pelea por la carne y la sociedad sigue convertida en presa, al
tiempo que se niega a perder la esperanza de que un día hallará la salida justa
y pacífica.
(9)
¿Enrique Peña Nieto
significa el retorno a una lucha estrictamente electoral?
No.
No -al menos- en el
corto plazo.
El 23 de marzo de
1994 sigue vigente y llevará más tiempo cerrar la puerta que se abrió en Lomas
Taurinas.
(10)
La continuidad del
orden financiero que es –sin duda- el gran logro de los 12 años del PAN en el
poder, deberá ser apoyado con un control sobre la violencia.
He ahí el reto del
PRI que 24 años más tarde retorna al poder en medio de un proceso cuestionable pero
–por primera vez- democrático.
Contradictoria,
dialéctica, convertida en un Claroscuro inevitable, la realidad actual de
México atraviesa también por las Reformas Estructurales que han sido botín de
políticos carroñeros.
(11)
El comportamiento
inteligente -que esté a la altura de las circunstancias- de parte del Congreso,
ayudaría mucho a la recuperación de una nación que se desangra.
(12)
Ya veremos.
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