Déjame
que te cuente…
Por
Sergio M. Trejo González.
He buscado
abstenerme de escribir de política, porque ya suficiente tengo con mi e-mail,
mi Facebook y mis reuniones de café pletóricos de chascarrillos y versos de
todos colores y sabores y en todos los sentidos… Ya vote, lo hice con certeza
de mis convicciones. Ganaron los que ganaron y perdieron los que perdieron. Ya qué más da, si son colorados, amarillos o
azules. No me interesa divagar acerca de que si la mayoría fue consecuencia de
las alianzas o si tenían razón los agoreros y villamelones. No vivo,
afortunadamente, de la política; no me interesa alimentar rescoldos filosóficos
ni estadísticos, ni me cautiva en estos momentos la idea de prolongar la jornada
electoral que anda por ahí, cual vagabundo escrutando motivos para permanecer
en la flojera o lamentación. El mundo continúa girando y los ciudadanos tenemos
que asumir nuestros compromisos y ocupar nuestras responsabilidades cotidianas;
si acertamos o no en nuestras decisiones políticas tenemos que permanecer
institucionales para que nadie resulte lesionado en sus derechos.
Si alguna
reflexión debe iluminarnos es asimilar que cualquier resultado en cualquier
contienda es sinónimo de madurez e inteligencia. En la comprensión de que perder
una elección tampoco significa tener que retirarse al exilio social, por el
contrario se debe participar con mayor entusiasmo y cálculo retornando por el
momento a la vida normal. Es bueno aquí y ahora, considerar que usted como un
servidor estamos muy lejos de recibir el
beneficio directo de quienes obtuvieron el triunfo electoral, con o sin nuestro
voto, así es que quienes piensan que se verán iluminados con los ganadores pues
que sueñen y ojala se les conceda algún milagro. Quizá usted leyó alguna de mis
comentarios durante el proceso electoral y pensará que mi vida continúa
pendiente de que la candidata de mi preferencia mantiene una comunicación
personal de importancia: ¡para nada! Mis colaboraciones jamás llevaron intención
de obtener siquiera un cabrón popote por parte de quien venía proponiendo en
mis columnas como una opción. Si acaso un saludo de paso en alguna banqueta,
pero no más. Lo hice por mi espíritu de lucha, por mi conciencia de clase, por
mi vena revolucionaria. Me gustan las causas con causa. Soy un hombre de ideas,
buenas o malas, locas o cuerdas. Como usted las quiera calificar, pero un
hombre con ideas que piensa que si bien es posible padecer infinidad de
privaciones, nada es realmente tan opresivo como la privación de la libertad de
pensamiento; por ello deseo morir pensando en que no es con moronas de pan y
con limosnas con lo que se ha para matar el hambre de mi pueblo.
Ignoro realmente
que es lo que quiero de Acayucan, porque en cada oportunidad que se me presenta
me largo a cualquier lugar del país, pero el chiste es que disfruto enorme
caminar por mi parque y por los mercados, por mi barrio y por cualquier colonia
donde saludo a mis vecinos que son como mis hermanos. Aquí nací hace 55 años y
me siento como parte de la escenografía. No tengo dificultad ni vergüenza de
caminar con el tumbao con que camino. Sé que la gente me reconoce por ese
movimiento de brazos que me concede un aspecto descuidado: soy diferente. No es
que hable solo, platico conmigo y, cuando voy murmurando, no es que vaya
perdiendo la razón, sucede que soy hiperactivo y me paso repasando, en mi
soledad andariega, alguna estrofa que deseo aprender completamente hasta hacerla
propia y adecuada a mi personalidad. Esa es mi entelequia pero no soy
peligroso, por el contrario existen testimonios de mi serenidad y tolerancia.
Por favor sacuda
usted esa atmosfera perniciosa que nos dejó tanta propaganda política. Las
elecciones ya terminaron y atrás quedan
los efectos negativos que solamente dejan un pueblo desintegrado,
fraccionado, inconforme. Que no sea la pasada contienda motivo para
institucionalizar el divisionismo. La realidad acayuqueña, viéndola de forma
dialéctica, después de las elecciones está más llena de conflictos y se
vislumbran más problemas peligrosos. Las elecciones no han arrojado solución
alguna para nada todavía, más bien crearon dificultades y enemistades.
Conflictos que ponen en peligro el marco institucional, la estructura legal y
la referencia de legitimidad.
En definitiva el proceso electoral pretérito no
deja soluciones, sino abrió luchas, las que resolverá la sala electoral del
poder Judicial de la federación y otras, que podemos leer por ahí en las listas
de aspirantes a la presidencia municipal. Demasiado prematuro cualquier
comentario, alimentado solamente por la necesidad de prolongar esa morbosidad
política de quienes desean continuar en el carro de la revolución con la
filosofía: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.
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